domingo, 30 de octubre de 2011

Calavera a Yhindra

Ejercicio 5


La Catrina buscaba a Yhindra
lo cual ella temía
por eso detrás de una jaula
siempre se escondia.

No, Huesuda, no me mires
le suplicaba desde su encierro
que no ves que a los pájaros
sólo se los lleva el viento.

A La Catrina no le importaron
sus súplicas, mucho menos su poesía
pues se había enamorado
del saco que Yhindra le presumía.

Ya la elegante huesuda
estrena fino atuendo
y el pájarito enamorado
por fin salió de su encierro.






Manto

Ejercicio 4
Escritura a partir de una imagen








Manto la mira en silencio. Con ese silencio jadeante que ella alcanza a sentir. Sentir, no escuchar. A Manto no le importa ser sentido o escuchado, él sólo quiere verla. Verla sin saber cuánto tiempo podría pasar antes de poseerla. Poseerla sin saber si en algún momento dejará de verla porque es suya. Verla, mirarla, observarla; ser silencio a su alrededor.

Silencio jadeante, jadeos silenciosos. Silencio de espalda erguida. Silencio de sorbo de té, de manzana cayendo, de uva en el aire. Silencio de agua casi derramada. Silencio en sus ojos, en su boca. Silencio en su dedo meñique presuntuso, en su ceja delgada y su cara afilada. Silencio en su rostro apacible, en su pelo largo. Silencio en el lóbulo de su oreja, en su piel escondida.

Silencio de mano blanca descansando en su regazo. Silencio en ella. Silencio en su ser.

Manto jadea, ella toma el té.

Manto se acerca, ella levanta más el meñique.

Manto y su respiración agitada. Ella y su casi respiración serena.

Manto y su boca entreabierta, sus dientes filosos. Ella y su espalda aún más erguida, sus ojos bien cerrados.

Manto en el silencio, ella en el silencio.

El silencio sin manzanas, sin uvas, sin agua cayendo, sin taza de té.

Manto ya no la mira, ella ya está cubierta.