martes, 20 de septiembre de 2011
Era una vieja que en sus tiempos debió ser guapa
lunes, 19 de septiembre de 2011
Un mendigo de pelo cano, bigote espeso y panza de bon vivant, vino a mi casa a pedir un taco.
Estaba harapiento, el sombrero peor que nunca, y los zapatos destrozados.
domingo, 18 de septiembre de 2011
EJERCICIO 3: Un cadáver exquisito.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Carta a la tía Jacinta.
Querida tía Jacinta,
Espero te encuentres muy bien de salud, pues supe tuviste problemas con tu garganta , abrígate muy bien, ya ves como son de crudos los inviernos en el pueblo, además, se acerca la temporada de lluvias y escuché en la tele que este invierno lloverá como nunca, dile a mi tío que vaya metiendo la cebada, no lo vaya a agarrar la primera lluvia y entonces sí, quien sabe cómo harán para comer.
Yo voy a ir en unos cuantos días, ya extraño ese rico pan de cebada que tan rico te queda y café con leche recién ordeñada de la vaca, nomás de acordarme ya se me hizo agua la boca.
Nos vemos en unos días más tía, salúdame a mi tío, a mi primo a todos por allá.
Los quiero.
Rich.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Carta a Papá
Septiembre, 9.
Mi muy estimado Aurelio:
Recibe aquí, por estas humildes líneas, mi más afectuoso saludo. Te escribo a prisa porque el escritorio público en el que estoy ya casi lo cierran, y la muchachita esta que me atiende es algo lenta. Aunque quién sabe si vayas a saberlo, porque yo no sé leer y ella está haciendo unas muecotas cada que le digo lo que quiero que leas. Ya ves, te hubiera hecho caso cuando dijiste que me enseñabas a leer. En fin.
Pues te anuncio que acá en La Serrana todo sigue igual. La botica, el correo, el kiosco. Hasta Doña Milagros sigue igual, nomás no se muere la condenada vieja. Ya tiene varios días que no llueve, ya nos está preocupando la cosecha. El cielo se nos pone gris pero hasta ahí. Llega el mediodía y el sol nos quema la choya, junto con todo el maiz. Ei, estamos harto preocupados. Luego más ahora que dizque quieren poner un hotel y sabe qué cosas más acá, dizque porque la laguna está rebonita y mucha gente quiere venir a conocerla. ¿Rebonita? Bah, re-seca, no te digo que nomás no nos cae una gotita de agua. Ay, Tláloc, ya mándanos un chubasco. Mira, la muchachita hasta se rió de la cara que hice, pero, te digo, quién sabe si eso lo vaya a escribir.
Me despido, hermano, esperando que todos estén bien. Saludos a la bonita de Tacha, al diablillo de tu hijo y a tu mujer que ya sé que no me quiere. Espero que Jacinta esté mejor de la enfermedad esa que tenía. Ojalá a ti sí te llueva aunque sea un poquito.
Te aprecia,
Tu hermano Ildefonso.
P.D. Dice la muchachita que sí le vas a entender a la carta porque ella estudió para eso.
Carta a la Tambora
Espero te encuentre en buena salud esta carta que te escribo con toda la honestidad de la que soy capaz. Sé que durante muchos años no nos hemos visto pero hace poco, de entre las cosas que arrastro el río, me encontré con esa foto tuya de aquellos años tiernos, en los que nuestros padres, siendo grandes amigos, nos llevaron a conocer la iglesia de los antiguos franciscanos, durante las fiestas de Santa Clara. Te vi ahí con tu vestido nuevo y tuve como ayer ese aroma de jazmines en la boca y en el pecho.
Hace poco me he enterado que estás viviendo una vida solitaria en compañía de tus gallinas. Yo también me encuentro solo, y no he podido olvidar tus ojos claros y tus rizos rojos.
Sé que el tiempo ha pasado y muy posiblemente nos ha dejado deseando más juventud y más amor del bueno.
Es por esto que por medio de estas letras le propongo nos encontremos a la media noche en el lugar de siempre, donde el amor nos encontró más de una vez.
Siempre suyo.
EJERCICIO 2
- · Se lee un cuento de Juan Rulfo.
- · Se elige al azar algún personaje del cuento y se le escribe una carta en un tiempo de 20 minutos.
- · Una vez concluidas las cartas se procede a la lectura de éstas.
- · Se discute la carta al término de cada lectura.
- · Se lee una carta del libro de Juan Rulfo “Aire de las Colinas.”
- · Se procederá a dar una retroalimentación al ejercicio así como a la redacción de la minuta acordando fecha y hora de la próxima reunión.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Qué pequeño el mundo es
Es que salir a la calle y creer que se acaba de salir del ropero era una verdadera locura. Que digo locura, estupidez. Pero no. Salir del ropero, para ella, significaba caminar cada día con los ojos bien abiertos. Como descubriendo. Y la bribona tenía suerte.
Como aquel día que se encontró una billetera llenita de dinero. Claro, tardo más en contarlo que en gastarlo. Corrió a contarle a su amigo Campos, este tipo de quién sólo conocía el apellido y uno que otro cuento. Se gastaron todito.
—Deberías comprarte una cama —le dijo él, eso de andar por el mundo durmiendo en el piso o en sofás ajenos no es como que vida.
—Tú que sabes —le contestó mientras se compraba un aparatillo de esos a los que les cabe un chingo de música.
—Esa es otra cajita nomás pa’ apendejar gente —balbuceó él.
—Si vas a criticar todo lo que compro, mejor vete y regrésame el bonche de libros que te compré.
Campos se quedó calladito y abrazó sus libros con recelo, no fuera ser que a la loca de los ojos abiertos se le ocurriera llevárselos. Subieron por una calle oscura, nunca hablaban de ellos, mas siempre comprendían cada silencio y cada mirada.
—¿Sabes qué es lo jodido? —le dijo ella. El pinche vacío. Ya compré un titipuchal de cosas y ahora es cuando más cerrados siento los ojos. Como si el mundo se me hubiera hecho chiquito. Tanto, que cabría en la caja de fotografías que tengo en el ropero. Ésas, las que tomo todos los días; por eso digo eso de salir a la calle con los ojos bien abiertos. Tú no sabes, Campos, pero la calle, el mundo, está llenito de fotografías; y yo, lo tengo guardado en una cajita.
Vino nuevo
Una melodía le enredaba el cabello, llevándola a lugares distantes en otro tiempo. La cama revuelta, con aroma a vino nuevo sobre las sábanas, y ese calor suave cubriéndola entera de rocío. Ese hombre duro se volvió nube entre sus brazos y llovía. Ella tan tierra mojada, tan flor silvestre en sus manos, resonaba de amor como una gruta profunda.
Había tanto por decir con la respiración entrecortada, los ojos abiertos. Entonces alguien tocó a la puerta y supo que el tiempo había terminado. Sin decir palabra aquel hombre salió de su cuerpo, sacó de la billetera un poco de dinero y lo soltó en el buró. Le tomó un instante percatarse de esa muda despedida, mientras cerraba las piernas con el corazón abierto.