martes, 20 de septiembre de 2011

Era una vieja que en sus tiempos debió ser guapa

Su piel era un terciopelo ajado bajo la noche. Debía tener mucho tiempo libre desde el día en que él se fue. Frente a la casa enmohecida el río se reía de sus años y ella le respondía con un vacío en la boca. Tomó la botella de ron entre sus manos y la meció como un niño, le cantó un blues quedito, al oído, antes de bebérsela completa. Tenía el aliento de los muertos en el cabello, cabello delgado y escaso, reflejo perfecto de la luna de octubre y de sus años. En sus ojos azules habitaban un par de nubes que hacía tiempo no llovían sus énas. Veían con claridad todo lo que fue en un tiempo, el reflejo de su rostro joven y enamorado en los ojos del que se fue demasiado pronto para poder ser olvidado. Y es que el amor es así. Siempre el principio supera al final. Amar es una cosa terrible e inevitable, es una elección al azar, un tiempo perverso y esperanzado, con aroma de jazmines y rosas en los labios. Se rompió el corazón con la elegancia de una porcelana inglesa en más de mil pedazos. Y bueno, eso es parte de ese juego en el que le das poder a alguien para romperte el corazón. Es olvidarte de toda lógica, es ponerte de a pechito y morder una almohada, es la única manera de poner la otra mejilla, es comer calabacitas o tomar una chai, o enfundarte en una minifalda ajustada y subirte a unos tacones para cumplir un capricho. Es estar disupueso a dejar de ser quien eres. ¿Dejar de ser quien soy? Así, abandonando todo. Olvidándome. Desapegándome. Dime, ¿tú puedes hacerlo? Mis respetos, hombre. Mirar que tirar por la borda cada manía, cada idea, cada trauma, cada tristeza, cada felicidad, es todo un logro. Déjame aplaudirte de pie. Pero no me mires así, no me estoy burlando, te estoy alabando. Alabo tu disposición, tu voluntad de abandonarte. No cualquiera, hombre, no cualquiera. ¿Sabes por qué? Porque abandonasrse a sí mismo es abandonar nuestras pasiones. Y el hombre está hecho de pasiones. Nacimos de una pasión y, podría jurártelo, moriremos por una pasión. Digo más, hemos muerto y renacido innumerables veces de pasiones. Latimos. Sentimos. Somos pasión y no podemos abandonarnos, no podemos dejar de sentir, no podemos dejar de latir. Hombre, eres casi un dios, un santo; pusiste toda tu pasión en abandonarte, y lo lograste.


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