lunes, 19 de septiembre de 2011

Un mendigo de pelo cano, bigote espeso y panza de bon vivant, vino a mi casa a pedir un taco.

No recuerdo de donde viene mi fobia por los vagabundos, será porque pienso que se necesita ser muy loco para mandar todo a la mierda y andar por ahí sin rumbo y tomarse demasiado en serio eso de vivir al día, o será que simplemente no los entiendo y siempre he tenido miedo de lo que no entiendo. Un día muy temprano, llegó a mi casa un mendigo canoso, bigote espeso y pansa de bon vivant, vino a mi casa a pedir un taco, era más bien cómico a la vista nada atemorizante.
-Buen día, buen hombre.
-Buenos días.- contesté con cierto aire de curiosidad.
-Perdone mi osadía, su merced, la verdad es que llevo días caminando y tengo mucha, mucha hambre, ¿no tendrá un taco que le sobre? –Decía mientras la doñita del puesto trataba de adivinar si quien hablo fue el o sus tripas. La cosa es que quien le habló t fue él o sus tripas. La cosa es que quien le hubiera hablado, realmente tenía hambre. Aún así lo miró con recelo y estiró la mano para entregarle el taco. Moría de hambre. Lo tomó a prisa y para sorpresa de la doñita, cmpezó a comer con calma, disfrutaba cada bocado en cada mordida recordaba las palabras de su madre: cien veces, debes masticar cien veces. Después de más de cien masticadas terminó el taco y tomó una servilleta. Uno es pobre no mugroso le dijo a la doñita al tiempo que le agradecía. Dio la vuelta y acariciándose la barriga echó a andar. –Barriga llena, corazón contento- decía, ese sabiondo que lo dijo estaba lleno de razón. Y de comida. Y claro de amor.
Este juego se ha jugado tantas veces como el amor en la historia de la humanidad y sin embargo, nunca así, como ahora, algo se les incendiaba dentro, esa noción antigua de ser agua y piedra, y antes mucho antes ser polvo de estrellas, un polvo que llora, que ríe y que sueña con ser algo más, sueña con ser alguien, alguien para alguien, qué más da si el amor se acaba, lo importante es que el amor se atreva a suceder entre nosotros, el final es lo de menos, todos los finales son iguales todos los finales nos guste o no terminaran con un punto y un silencio grande, como el dolor y la soledad. De eso que ya se sabe, nada importa, solo enredar las manos y luego el cuerpo en ese sentimiento exquisito de pertenecía. Sólo se ama mientras se ama. Sólo se es cuando el otro nos refleja en sus ojos.
Por eso le gustaba tanto ella, porque en ese espejo, podía ver ese hombre bueno que quiso ser y que había dejado morir hacía ya mucho tiempo.

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